Mis gemelos de 3 años absorben todo mi tiempo, ellos y mi pequeño emprendimiento en el que vengo trabajando desde hace ya dos años.
Lo cierto es que después de estar separada por casi 2 años la falta de sexo se siente, y mucho. Alana vive diciéndome que me abra un perfil en aplicaciones para citas. Pero no tengo tiempo para eso además considero que es muy impersonal. Entre idas al super, entrenamiento para ir al baño con los gemelos, la cafetería y mi ex que aun cree que tengo que rendirle cuentas, ni tiempo para masturbarme encuentro, y necesito un poco de eso para comenzar mi día tranquilamente. Alana reabrirá el bar esta noche, luego de una larga y costosa remodelación, así que es la ocasión perfecta para conseguir un poco de sexo casual.
Dejé los gemelos ya dormidos con mi madre y regresé a mi casa a darme una ducha caliente y escoger la ropa que me vendría perfecto para la ocasión. Debía ser un vestido, definitivamente un vestido. Escote pronunciado, sin bra por supuesto, ajustado al cuerpo.
Esa noche debía lucir espectacular, logré capturar varias miradas lascivas a medida me adentré en el bar de Alana. La noche parecía prometedora. Me senté en la barra y pedí un coctel, algo suave, debía estar sobria para disfrutar el sexo desenfrenado y casual que planeaba tener. A lo lejos observé a Alana saludar a unos clientes y levanté mi bebida para saludarla.
Disfruté de mi Tom Collins muy lentamente sintiendo explotar en mi boca el sabor del jugo de limón y la ginebra juntos. Pronto un amigo de Alana se acercó a mí y se presentó como Diego. Observé sus ojos destellantes, sus labios carnosos que dejaban entre ver una dentadura blanca y perfecta, también observé sus anchos hombros y sus manos grandes. Era perfecto. Cuando nos reímos de alguna tontería acortó un poco la distancia entre los dos y deslizó su mano por mi espalda hasta mi cintura. Su electrificante roce y el olor que su cuerpo despedía me hizo mojar mi ropa interior.
Inconscientemente crucé la pierna buscando apagar el fuego inminente que estaba comenzando a arder entre ellas. Me perdí entre sus ojos seductores y mi cuerpo vibraba con anticipación ante la presencia de este hombre tan apuesto y sensual. Lo quería llevar a la cama en ese mismo instante, así que para calmar un poco mis ánimos quise cambiar de actividad y estúpidamente le pedí que bailáramos. Es decir, pasamos de estar cerca a respirar en el mismo espacio. Tomé su mano y lo llevé a un rincón lejos de la gente.
Creo que sonaba algo de reggaetón moderno así que nuestros movimientos eran muy sugerentes. Me tomó de la cintura y me acercó a sí pude sentir una leve erección en sus pantalones. Me calentó mucho sentir que estaba excitado por mí y mis movimientos. Su mirada se fijó en mis ojos y mi boca, se miraba como un lobo hambriento con ganas de devorar su presa. Inconscientemente abrí un poco mis labios y pasé suavemente mi lengua por mi labio inferior. Yo también quería besarlo. Yo también quería devorarlo. Me acerqué un poco a su boca, él esperaba pacientemente una señal. Quería devorar sus labios, besar su piel sus hombros, saborear cada centímetro de su masculinidad. Inhalar profundamente su olor, embriagarme de él.
Estaba al borde de la locura, pero me detuve. “Aquí no, ¿vamos a otro lugar?” Sugerí. Necesitaba privacidad si de verdad quería hacer lo que imaginaba en mi cabeza. Me miró a los ojos y vi a un ser humano vulnerable. “¿Estás segura de que eso es lo que querés hacer?” Asentí. “Mucho.” Dije mientras me mordía el labio. “Está bien, ¿te parece bien mi apartamento?” Preguntó. Ahora mismo no podía leer bien sus emociones. “Si eso está bien para vos también…” Dije. “Sí, por mí está bien. Sólo esperemos a que se baje un poco…” Dijo apuntando a su pantalón y un poco sonrojado. Es decir, ¿el chico atrevido que antes acarició deliciosamente mi espalda y mi cintura estaba apenado por una erección? .
Salimos juntos, le mandé un mensaje a Alana contándole a grandes rasgos de mi aventura para que supiera que estaba bien en caso de que me buscara en el evento. Justo antes de abrir la puerta del copiloto para que yo entrara me tomó de la cintura y buscó mi boca con sus labios, vi sus ojos sedientos y su boca deliciosa ansiosa por danzar dulcemente con la mía. Tomé su rostro en mis manos y me acerqué a él, dando paso a un beso apasionado, hambriento de más, deseante. Su lengua acariciaba la mía sutilmente y profundizaba el beso, mi ropa interior estaba empapada con mis fluidos, estábamos ambos al borde de la locura. Abrió la puerta y entré al auto. Mi vestido se subió un poco al sentarme.
Diego arrancó el motor y salimos en dirección a su apartamento que estaría a unos 15 minutos del bar. Crucé las piernas, pero no soportaría mucho tiempo, quería tocarme o mejor aún que Diego me tocara. Subimos al quinto piso de su edificio, y entramos a su apartamento. “Ponete cómoda, voy al baño” Dijo. Me senté en su sofá. “¿Querés algo de tomar?” Preguntó al volver. “Agua, solamente” Respondí. Trajo una botella de agua y me la ofreció. Tomé un poco de agua. Se sentó en el sofá junto a mí y tomó mi mano. Estaba muy nerviosa y ansiosa por disfrutar de sus besos y su roce. “Sos muy hermosa y sensual, ¿lo sabías?” Preguntó. “Hace mucho que nadie me lo dice” Contesté un poco sonrojada. Diego sonrió y dijo a mi oído “¿Te sonrojas luego de moverte así de delicioso en la pista de baile y luego de besarme así de rico?” Besó mi lóbulo y lo acarició con su lengua. Siguió por mi cuello bajando lentamente. “Hueles tan bien…” Susurró. Subió a mi boca y me besó apasionadamente dejando de vez en cuando deliciosas mordidas en mis labios. Jugueteé con su lengua y la succioné un poco. Diego gimió “me vas a volver loco…” dijo contra mis labios.
Se puso de pie y me llevó a su cuarto. Se situó detrás de mi besando mi cuello y mis hombros mientras subía un poco más mi vestido. Llevaba un atrevido hilo negro de encaje bajo mi ajustado vestido rojo. Deslizó sus manos por mi espalda, sobre mis nalgas y entre mis piernas. “Hmm, estás muy mojada” dijo mientras se deslizaba dentro de mi ropa interior. “Hmm…” Fue todo lo que alcancé a decir. Sentir su duro miembro bajo su ropa sobre mis nalgas desnudas, sus caricias entre mis piernas y su agitada respiración sobre mi piel me llevó al borde del orgasmo. “Dámelo…” Dijo mordiendo mi hombro. Sentí sus dientes clavarse en mi hombro provocando un delicioso dolor que me acercó más a mi orgásmo al mismo tiempo metía 2 dedos dentro de mi vagina estimulando mi arrugadito punto G y no se hizo esperar… Mmmm exploté. Arqueé mi espalda recostando mi cabeza sobre su hombro y dejé escapar un fuerte gemido. “Esa es mi chica…” Dijo sosteniendo mi cuerpo mientras me recuperaba por completo. Me ayudó a desvestirme dejando besos por toda mi piel y me indicó que me recostara en la cama. “Sos perfecta…” Dijo recostándose junto a mí que me encontraba de perfil. Mis pechos apuntándole. Me perdí otra vez en su mirada, creí reconocer algo en sus ojos. Preferí no pensar, vivir el momento, disfrutar este hombre que tenía junto a mí. Volví a besarlo, nuestros labios comenzaron nuevamente ese suntuoso vaivén. Tomé su mano y lamí, saboreando uno a uno, los dedos que estuvieron dentro de mí. Regresé a su boca y me posicioné sobre su cuerpo. Hice un camino desde su boca hasta su ingle con mis besos y mi lengua, sintiendo cómo su erección volvía. Conecté con su mirada, parecía muy nervioso. Descubrí un pene muy bien proporcionado, húmedo de la excitación. Su líquido preseminal olía y sabía delicioso. Pasé mi lengua por su glande comiéndome todo el líquido, seguí lamiendo toda su extensión hasta sus testículos. Estaba nítidamente afeitado. Por lo que metérmelos a la boca fue una verdadera delicia. Chupaba sus testículos mientras acariciaba su pene. Diego gemía deliciosamente mientras mi boca disfrutaba de su sexo. “¡Quiero penetrarte ya…!” Dijo desesperado y mirándome a los ojos como pidiendo mi permiso.
Sonreí, supe que lo había llevado cerca del orgasmo. Me senté sobre su ingle. Le ayudé a ponerse el preservativo. Froté mi clítoris sobre su pene erecto, obteniendo un poco más de placer. “Mmmm…” dije complacida. Ayudada con el movimiento posicioné su glande en mi entrada, listo para entrar y yo ya estaba muy lubricada. Me detuve un poco y él me tomó de la cintura y alzó sus caderas profundizando la penetración. Sentí cada centímetro de su masculinidad llenarme por completo. “Mmmm…” Repetí. Con un vaivén perfecto que orquestamos entre los dos entre gotas de sudor, saliva de nuestras bocas, respiraciones agitadas y gemidos espontáneos.
“Te quiero contra la pared.” Dijo indicándome que me pusiera de pie. Puse mis manos contra la pared, lista para una requisa policial. Diego se posicionó detrás de mí y acarició mis muslos, tomó mis pechos y besaba con mordiscos mi espalda. Bajó hasta mis nalgas se deshizo de mi ropa interior por completo. Se hincó justo atrás de mi besando mis nalgas. No pude evitar poner mi culo en pompa, dándole más acceso a lo que él quisiera besar. Lamió desde mi clítoris hasta mi culo, excitando cada parte de mí, metió sus dedos en mi ajustado agujero trasero y su lengua en mi vagina dándome mucho placer. Cuando estuve a punto de llegar al orgasmo acarició mi clítoris haciéndome explotar literalmente de placer. Llené su mano y su lengua con mis fluidos. “Mmmm… Deliciosa” Dijo este dios del sexo, después de hacerme venir por segunda vez. No esperó mucho para ponerse otro preservativo y penetrarme en esa posición. Mi vagina aún se contraía por el reciente orgasmo, envolviendo su miembro. Mi vagina sensible aún, no se acostumbraba a la extensión de su pene. Diego comenzó un suave vaivén que convirtió mi incomodidad en placer. Cuando me escuchó gemir nuevamente, volvió a acariciar mi clítoris. Era fascinante todo lo que me hacía sentir. Siguió embistiéndome con fuerza y frotando mi clítoris al mismo tiempo. Llevándome al borde de la locura, del placer… Lo sentí eyacular al tiempo que profundizaba la penetración que me llevaría al cielo mismo llegando él también al clímax. Fue delicioso. Sin salirse de mí, me llevó al borde de la cama. Parecía no perder su erección. “Quiero más de vos” dijo a mi oído, pasando sus labios y su lengua por mi lóbulo y mi cuello. “Estás tan calientita, mojada… deliciosa. ¿Podes seguir?” Preguntó mientras comenzaba a entrar y salir de mí. Apenas pude asentir……